domingo, 4 de junio de 2017

La renovación de la lírica en el fin del siglo: Ruben Darío y Antonio Machado.


El siglo XX puede definirse como una época de constantes transformaciones. Los descubrimientos de fines del siglo XIX y principios del XX deshacen la imagen ordenada del mundo. El filósofo de mayor influencia a comienzos del siglo fue Nietzsche, seguido de Ortega y Gasset. Dentro de este siglo encontramos dos de los autores más relevantes, el nicaragüense Ruben Darío y el español Antonio Machado.

En primer lugar, encontramos a Rubén Darío, nacido en Nicaragua. Poeta precoz, su vida transcurrió entre el periodismo y la literatura. Hombre cosmopolita y amante del placer, sus viajes lo convirtieron en difusor del modernismo. Destacan del poeta nicaragüense obras como Azul, Prosas profanas o Cantos de vida y esperanza.

En 1888 se publica Azul, que incluye cuentos breves  y unos pocos poemas. El libro, producto de la lectura de la poesía
francesa, crea un mundo de hadas, princesas, centauros, cisnes y fuentes. El léxico poblado de
objetos exóticos, la exquisitez aristocrática, el culto parnasiano de «el arte por el arte»,
implican un rechazo de la realidad burguesa, en la que Darío no quiere integrarse.
En 1896, Rubén Darío publicó en Buenos Aires Prosas profanas, libro que deslumbró tanto por
sus innovaciones métricas como verbales. Por un lado, Prosas profanas continúa la línea de
evasión aristocrática de la realidad, y por otro, retoma la preocupación social de la primera
época. En sus versos, Darío cuestiona qué es el arte, el placer, el amor, el tiempo, la vida, la
muerte, la religión, la creación poética... El tema por excelencia de Prosas profanas es el del
placer erótico, que no excluye el sacrificio y la pena. En este poemario, la imagen femenina
adquiere diversas formas de la naturaleza: tigre, paloma, yedra, mar, colina...
En 1905 se publica en Madrid Cantos de vida y esperanza, que suma nuevos temas a los de
libros anteriores. En esta obra, Darío manifiesta una expresión más sobria, aunque no elimina
palabras brillantes ni innovaciones métricas.
En segundo lugar, aparece Antonio Machado, nació en Sevilla en 1875 y a los ocho años se trasladó a
vivir a Madrid y allí estudió en la Institución Libre de Enseñanza.
Estuvo en París en dos ocasiones y allí trabajó como traductor y se puso en contacto con las
nuevas corrientes poéticas francesas (parnasianismo y simbolismo). A su vuelta a Madrid
publica Soledades (1903) su primer libro de poemas de clara influencia simbolista. El año 1907
fue muy importante para Machado ya que obtuvo la cátedra de francés en el Instituto de Soria
y conoció a Leonor Izquierdo con quien se casó y vivió una época muy feliz. Leonor murió muy
joven, a los 17 años, dejando a poeta sumido en una grave depresión. Machado se traslada a
Baeza (Jaén) y allí escribirá hermosos versos sobre España y su soledad.
De Baeza se trasladó a Segovia y en 1927 es elegido miembro de la RAE. Conoció a “Guiomar”
su otro gran amor en la madurez, pero la Guerra Civil los separa. Inicia entonces Machado una
peregrinación por varias ciudades españolas para salvar su vida intelectual comprometido con
la República. Viaja a Francia y allí muere, en Colliure, a los pocos días de haber llegado, el 22 de
febrero de 1939.
La obra poética de Machado es, en sus comienzos, un ejemplo de la poesía modernista de
corte intimista. Sin embargo, conforme va llegando a su madurez expresiva, Machado será uno
de los mejores representantes de la ética y la estética del grupo que conocemos como
Generación del 98. El espíritu de desánimo que asolaba el país ante la pérdida de las colonias,
impulsó a los intelectuales españoles, entre ellos a los escritores de la generación del 98, a
expresar su angustia y a evocar los valores más representativos de España.
Las características más importantes de la poesía machadiana son, principalmente, las
influencias románticas, sobre todo de la obra de Bécquer y Rosalía de Castro; el uso del
paisaje como expresión y reflejo del alma; su comportamiento ante el problema de España; y
el uso de la simbología que reflejan su forma de ver la vida.

Podemos dividir su creación poética en tres etapas:

El primer período  está representado por sus dos obras inaugurales Soledades
(1903) y Soledades, galerías y otros poemas (1907). Esta es considerada su etapa más
modernista y en ella puede reconocerse un simbolismo intimista que nos lleva hacia lo más
íntimo del poeta: el subjetivismo que emplea en las composiciones y la mirada que lleva a
cabo el poeta hacia su interior son claves de este periodo.
A su vuelta de París, en 1903, apareció Soledades, en el que plasma las corrientes simbolistas
descubiertas en Francia. En esos poemas buscaba nuevos caminos para la expresión poética
del yo íntimo, oculto en el inconsciente humano. Por aquel entonces el libro constaba de 60
poemas; más tarde, en 1907 añade 36 poemas y pasará a llamarse Soledades, Galerías y otros
poemas. Se trata de un libro de temática muy variada, pero por encima de todo es el libro de
las emociones íntimas: el dolor, los recuerdos, la melancolía, el tiempo, la infancia como
paraíso perdido y la soledad...
En Soledades, Machado tiende a eliminar los elementos narrativos de sus poemas (anécdota)
para expresar solo las emociones íntimas. Utiliza símbolos como el camino, la noria, el espejo,
el cristal, el laberinto, la fuente, el río, el mar, el jardín, el otoño, la tarde... Sus significados son
diversos y a veces cambiantes, según los textos e incluso en el mismo texto.
En muchos versos de Soledades vemos rasgos modernistas, los versos empleados con los
alejandrinos y los dodecasílabos junto a la silva arromanzada, sin embargo para Machado el
Modernismo no pasó de ser un ropaje externo que envolvía lo esencial de su poesía: la
búsqueda de sí mismo y una reflexión permanente sobre el sentido de la vida, el tiempo y la
muerte.
 La segunda etapa fruto de su contacto con Soria, incluye Campos de Castilla
(1912), poemario que para buena parte de la crítica es su obra maestra, editado por primera
vez en 1912 y tras la adicción de nuevos poemas escritos en Baeza, por segunda vez, en 1917.
En esta etapa se percibe el cambio de la estética modernista por la estética regeneracionista o
noventayochista. Ahora su obra responde a una unidad biográfica, en todos sus poemas se
alternan las reflexiones y anécdotas personales.
En Campos de Castilla se advierten cambios fundamentales con respecto a Soledades…: se
atenúan el subjetivismo y la introspección y pasa a primer plano la realidad exterior. Si en
Soledades... el paisaje tiene un carácter simbólico en el que se proyecta el yo íntimo, en
Campos de Castilla, que aún conserva cierto simbolismo, es ya más objetivo y en él se
describen paisajes reales que muchas veces se pueblan de presencias humanas o se aluden a
circunstancias históricas.
Se trata de un libro muy poco homogéneo, formado por un conjunto de poemas sobre temas
variados: fundamentalmente, Soria y Leonor, su esposa fallecida; además también son usuales
las críticas hacia la evolución de España, que responden a una preocupación patriótica del
poeta; la meditación, narración y descripción de paisajes que evocan sentimientos en el poeta.
El paisaje sigue siendo el cauce de expresión de lo que el poeta vive, siente y padece. En la
edición de 1917 aparecen sus nuevas experiencias en tierras andaluzas y una poesía
sentenciosa de tipo filosófico y moral que integra la serie Proverbios y cantares. Son poemas
muy breves que recogen sus meditaciones sobre los enigmas del hombre y del mundo.

Tercera etapa. Nuevas canciones (1924) Cancionero Apócrifo de Abel Martín, poeta y
filósofo producto de su propia invención, Canciones a Guiomar y Poesías de la guerra.
En Nuevas canciones se observa una orientación hacia la reflexión en lugar de la emoción.
En 1936, fiel a sus convicciones de siempre, toma partido por la República. Las poesías de este
tiempo están recogidas en el libro Poesías de la guerra. En ellas destacan el poema a la
muerte de Lorca (El crimen fue en Granada) y La muerte del niño herido, en la que refleja el
dolor de las miles de víctimas anónimas de la guerra civil.
El lenguaje poético de Machado y la métrica en su poesía
Al principio, su lengua literaria se formó según las directrices del Modernismo y del
simbolismo y esas huellas no desaparecerán totalmente en la poesía de Soledades.
Pero a la vez comienza una labor de depuración estilística que lo llevará a buscar una
sobriedad, una densidad y una sencillez extraordinarias. Por este motivo huye de la metáfora,
porque ésta representa para Machado lo más alejado de la poesía directa y humana que tanto
buscó en sus escritos.
Para Machado la poesía era Palabra esencial en el tiempo, por eso elimina toda la retórica
innecesaria para buscar la expresión exacta.
En cuanto a la métrica, Machado utiliza al principio algunos versos largos (dodecasílabos y
alejandrinos) fruto de la influencia modernista pero finalmente se decanta por los versos de
arte menor: el octosílabo sobre todo.
De las estrofas, es la silva arromanzada, de rima consonante la que él emplea muy a menudo y
es que Machado elige un determinado metro no por sus efectos sonoros sino para ser el
vehículo idóneo de su afectividad.

OTROS ENLACES DE INTERÉS: 
https://issuu.com/jaimegar/docs/machado_tema_11-12
https://es.slideshare.net/CristinaZ97/temario-literatura-2bach-aragn?from_action=save
https://www.youtube.com/watch?v=v5NZmNy7HRE